Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

martes, 8 de junio de 2010

Borracheras sonadas

Los estudios y encuestas sobre hábitos en el consumo de drogas entre los jóvenes españoles constatan que desciende el número de consumidores de cocaína y cannabis, pero se mantiene el de aquellos consumen que alcohol. Las cifras, esperanzadoras en lo relativo a las sustancias ilegales, son más bien alarmantes en cuanto a las legales. Aunque se estabiliza el número de consumidores habituales de alcohol, se incrementa notablemente la intensidad con que lo hacen. En la última encuesta escolar sobre drogas, realizada en 2008, cerca de una tercera parte de los jóvenes menores de 18 años reconocían haberse emborrachado al menos cuatro veces en el mes inmediatamente anterior a la realización del estudio, lo que supone un seis por ciento más que en la anterior muestra.



Estudios más recientes realizados en Madrid y en Galicia no arrojan un panorama más halagüeño. El 47 por ciento de los jóvenes de la capital de España de entre 15 y 25 años se emborracha cada fin de semana según la investigación Ocio y Riesgos de los jóvenes madrileños, efectuada por la Fundación de Ayuda contra la drogadicción. La consejería de sanidad de la Xunta de Galicia también hizo público un estudio el pasado mes de enero en el que se asegura que un 41 por ciento de los escolares gallegos se emborracha cada fin de semana, y el 25 por ciento son considerados como bebedores de riesgo. Casi nada.
Pero bueno, es este país con una arraigada costumbre social de consumir alcohol, donde el 34 por ciento de la población admite beber en exceso ocasionalmente, sólo superada en Europa por Irlanda, Rumanía, Alemania y Austria, quien más quien menos ha tenido alguna experiencia con las bebidas alcohólicas hasta convertirse en una recordada anécdota de su pasado. Más o menos todos podemos tener una o más sonadas borracheras por, voluntaria o involuntariamente, flirtear con el alcohol y muy pocos son quienes se han librado de ello y de las acciones imprevisibles que provocan sus efectos.
Como escasos son aquellos que han escapado a otra de las grandes borracheras a las que somos adictos los seres humanos, una cuyos efectos son más duraderos y profundos, hasta poder a llegar ser devastadores o mágicos, y mucho más imprevisibles aún que los que puede provocar el alcohol.
Son las borracheras de amor, que nos aturden y nos hacer comportarnos de modos aún más diferentes y durante más tiempo que cualquier otra droga. Ambas variedades, alcohol y amor, pueden provocar borracheras sonadas y grabadas a fuego en la memoria. Las primeras son mucho más sencillas de alcanzar y se logran de forma voluntaria, por eso se repiten más. Las segundas son involuntarias e inexplicables, por eso suceden menos a menudo, y quien sólo se emborracha una vez y le duran sus efectos toda la vida es un afortunado.
A veces ambas pueden hacer daño a los demás, e incluso a nosotros mismos, y por eso no son aconsejables, pero en ningún caso pueden ser tan perniciosas como el tercer tipo de sonadas borracheras del que hablaremos, ya que estas últimas pueden llegar a provocar verdaderas catástrofes y a afectar a muchísima gente.
A lo largo de la historia algunas de las más sonadas de estas borracheras las han protagonizado indeseables de la talla de Nerón, Calígula, Napoleón, Hitler, Franco, Stalin,… Son las borracheras de poder, que pueden llegar a degenerar hasta el extremo de la tiranía. Evidentemente, cuanto más grande es el poder de quien se emborracha, en cuanto al número de personas sobre las que pueda adoptar decisiones, más destructiva puede ser la sonada borrachera, del mismo modo que puede haber quien no llegue a emborracharse nunca por mucho poder que acumule.
Y a este tipo de borracheras, dentro de nuestro ámbito de vida, también estamos expuestos todos. Unos padres con sus hijos, unos hijos con sus padres,…en cualquier relación de nuestra vida en la que se nos otorgue cierto poder, podemos emborracharnos con él. No hay más que observar, por ejemplo, a algunos de aquellos a quienes se les asigna, lícita o ilícitamente, un supuesto poder, que además es visible mediante el uniforme que visten. Quienes hayan hecho la mili han podido comprobar casos extremos y tal vez puedan entenderlo algo mejor.
En cualquier caso los efectos de estas borracheras alcanzan sus más indeseables cimas en el momento cúspide de quienes las padecen. Mírese, por ejemplo, al ínclito José María Aznar en sus momentos más ebrios junto a Bush. En su borrachera empezó chapurreando ingles, poniendo los pies sobre una mesa y acabó avalando una guerra ilegal, y aún hoy le duran los efectos.



Zapatero no le anda muy a la zaga. Comenzó bien, con su talante comunicativo y materializando algunas de sus promesas electorales, continuó con su política populista, que no social, y después, con su presidencia europea y sus compadreos con Obama, ha acabado incumpliendo su palabra y jorobando a los de siempre, aunque en breve casi todos acabaremos jodidos.
Sólo le pido al universo que Rajoy no pueda beber el poder suficiente para emborracharse aún más.

4 comentarios:

  1. Me confieso que padezco una borrachera de amor, me declaro abstemio al alcohol y desprecio los juegos de poder. Ahora solo deseo desintoxicarme y vivir la realidad tal y como es. Otro tipo de borrachera que no nombras es la borrachera de dinero que algunos les nubla el sentido y que va muy unida a la borrachera de poder.
    Salu2

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  2. Muy cierto, borracheras alcohòlicas, de amor, de poder, de dinero... Todas conllevan a lo mismo, lo excesivo nunca es bueno y muchas veces hasta peligroso...
    Muy bueno, os felicito.

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  3. Pos que voy a decir si soy un borracccho.Que lo ecccho ecccho esta...............hip!..
    Salut!!!!!!!!!!!!

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  4. La borrachera de poder, ¡ufffff! Quien puede manipular a cuantos se le crucen en el camino, ¡CÍNICOS, ARROGANTES E HIPÓCRITAS! lo peor quienes llevan los cargos políticos y deliberan cada día por la mejoría del pueblo... ¿o de sus intereses económicos? Pobres de nosotros que siempre olvidamos la clase de borrachos que son... ¡ya no tienen remedio!
    Mil veces SALUDDDDDD








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