Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

viernes, 18 de junio de 2010

España va bien

Desde que el indeterminable José María Aznar popularizara la frase “España va bien” allá por 1997, dentro de la globalidad de aspectos a los que se podía referir la expresión, objetivamente no ha habido momento más cercano a esa afirmación que el actual. Evidentemente no en la vertiente económica, donde no estamos para tirar cohetes, pero tampoco lo está el resto del mundo. Los brutales ajustes económicos que se acaban de iniciar en nuestro país, y que ya se realizaron en Grecia, se aplicarán también casi idénticamente en todos los países capitalistas sin excepción, incluidos los todopoderosos Alemania y Estados Unidos.

La actual situación tiene su origen en una crisis financiera global provocada por el nuevo experimento de los bancos y gurús financieros norteamericanos para enriquecerse más rápidamente aún. Ahora, todo aquello que unos pocos se llevaron lo tenemos que reponer entre todos. Bueno, todos no, como siempre sólo los más débiles. Comienza con los más débiles de los países más débiles y la escalada continúa hasta la cumbre de la pirámide formada por los débiles de los países más fuertes. En todos ellos, más o menos drásticamente, los derechos de los menos favorecidos y los avances sociales se van a ver mermados, cuando no sacrificados completamente, para salvaguardar los excesos de un capitalismo cuyo único interés es mantener a salvo los mercados que permiten perpetuar el sistema.

Definitivamente, España no va bien en el aspecto económico. En realidad los únicos que van perfectamente en él son las grandes fortunas y los especuladores que han continuado acumulando dinero para ponerlo a salvo en los mismos paraísos fiscales que alimenta el propio sistema que ahora debe ser salvado por dinero público mientras sólo enriquece al capital privado.

Descartada la faceta económica, que por desgracia influye en prácticamente todas las demás, se puede afirmar que nuestro país va como nunca de bien en un aspecto mucho más objetivo y que, más o menos, se puede clasificar a nivel mundial. España se encuentra entre los países punteros de nuestro planeta en la faceta deportiva. Para demostrarlo sólo hay que mirar los éxitos que acumulan los deportistas de nuestro país.

Nuestro deporte atraviesa un momento dulce que jamás antes vivió y somos un país puntero en variadas especialidades. Tres pilotos españoles compiten en fórmula 1 y se encuentran entre los 24 mejores del mundo por primera vez en la historia. El motociclismo español, que ya en el pasado nos proporcionó grandes triunfos, también cuenta algunos con los más destacados pilotos del mundo y optan a coronarse con el cetro mundial en las tres categorías de la competición. El ciclismo a nivel mundial habla español y nuestros corredores vencen en las principales pruebas. Natación sincronizada, gimnasia, atletismo,… dan a nuestro país nuevos éxitos que también cosecharon en el pasado.

Pero quizás lo más sorprendente por la repercusión social y por la novedad, sean los éxitos en baloncesto y futbol. La selección española de baloncesto es la actual campeona de Europa y del mundo, y los jugadores españoles triunfan como nunca lo habían hecho en la mejor liga del planeta. En fútbol también exportamos jugadores y técnicos a las más destacadas competiciones del planeta y la selección ostenta el título de campeona de Europa y no se sabe hasta donde llegará en el campeonato de Mundo a pesar de haber perdido el primer partido. De momento ha logrado lo que antes jamás había hecho: jugar tan bien como para ser considerada la mejor del planeta. Además, en ambos deportes, han sido los propios entrenadores españoles los que han tenido mucho que ver con estos resultados, con lo que todo queda en casa.

Dentro de ese sublime momento deportivo español situaría en la cumbre la continuada hazaña de un joven de 24 años que, de modo absolutamente individual y sin ayuda de tecnologías, ni compañeros, ni fuerzas externas, ha logrado coronarse como sólido número uno del mundo de su especialidad. Con 17 años comenzó a forjar su leyenda en la eliminatoria de Copa Davis entre la República Checa y España.

El equipo español sufría las ausencias de sus dos mejores jugadores, así que Rafa Nadal tuvo que tomar la responsabilidad de suplirles a pesar de su juventud. Perdió su primer encuentro, y el de dobles que disputó, pero en el punto definitivo de la eliminatoria duplicó la garra con la que había jugado y logró vencer dando el pase a nuestro país, que a la postre logró su segunda trofeo de Copa Davis de su historia. Aquel día, el modo de jugar y la espectacular entrega de Nadal hizo recordar a la de los ídolos históricos y universales de ese deporte. Los cinco años siguientes Rafael Nadal, en su épica carrera, conquistó numerosos torneos de los más prestigiosos del mundo y una medalla de oro olímpica y logró colocarse en el número 1 del ranking tenístico mundial, superando a otro de los mitos del tenis de la actualidad, y que parecía imbatible, Roger Federer. Justo después una lesión le retiró de las pistas y del escalón más alto de la clasificación.

En 2010, año de la crisis, en el que el mundo capitalista va mal y España, a la vista del mismo, fatal, Rafael Nadal ha regresado con su mejor tenis, superando todas las adversidades y perfeccionando su juego, su garra y su entrega y ha recuperado la cima mundial del escalafón tenístico. En esa impresionante carrera plagada de méritos deportivos y personales tal vez lo más excepcional sea que ha sido capaz de mantener su elevada calidad humana plagada de humildad, respeto y solidaridad sin dejarse influir por los éxitos que acumula. Su carácter queda plasmado tanto en el terreno de juego, como fuera de él, donde siempre colabora con causas solidarias e incluso ha creado una fundación con estos fines. Si le respetan las lesiones y dada su juventud, llegará a ser el mejor tenista de todos los tiempos porque aún le queda cuerda para rato y como persona ya ha demostrado, y demuestra cada día, que ha llegado a la cumbre de los valores realmente importantes.

Así pues, España va muy bien, al menos en una de las pocas facetas objetivas y en la que cuenta más el afán de superación personal que las manipulables influencias económicas o políticas, además de generar auténticos ídolos y modelos de masas.
En lo demás, no sólo España va mal, sino todo el voraz e insaciable sistema capitalista que, una vez más, volverá a sacrificar a los más débiles para perpetuarse. Lo que nos agudiza la percepción de la crisis es que ahora la pagamos nosotros. Hasta ahora lo hacían los aún más débiles, los de los países subdesarrollados con la explotación a la que eran sometidos sus moradores y sus tierras, pero en este momento necesita dinero, y eso no se le puede quitar al que no lo tiene.

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