Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

miércoles, 2 de junio de 2010

Verdad, mitomanía o cinismo

Alucinaba incrédulo mientras escuchaba las últimas declaraciones de Francisco Camps con respecto a la historia de sus famosos trajes y a su enconada defensa de su inocencia. El tribunal supremo no descarta que haya cometido delito de “cohecho impropio” por recibir trajes “aparentemente” de forma continuada, con opacidad y con el único motivo del cargo que ocupa, pero él niega todo eso. La seguridad con la que afirma que es un montaje y que terminará absolutamente en nada es asombrosamente convincente. Y esto lo hace exactamente igual desde que se destapo a principios de 2009. Esto es lo que sucedía en mayo de ese año.

llowFullScreen" value="true">

Esto terminará muy pronto y muy bien, declaraba.



Un año después aún no ha terminado, así que esa parte no acertó, aunque sigue empeñado en su inocencia, y así lo defendía hace unas semanas.



La contundencia de sus aseveraciones se mantiene intacta durante todo este tiempo, aunque los argumentos de su discurso puedan variar en algo. Primero decía que él se pagaba los trajes, luego no aparecían las facturas, después algunos de sus colegas de partido le arropaban y defendían diciendo que todos los políticos recibían regalos y acudiendo a los actos de exaltación y mítines que celebraban proclamando su inocencia (ahora ya no le arropan tanto). En cualquier caso Camps sigue con su tono tajante y firme: ninguna de esas acusaciones es cierta.

Lo dice tan claro que parece que no quepa duda de que sea verdad, con la misma contundencia con la que era capaz de hacer constar oficialmente que, tras una larga y exitosa carrera política, su único patrimonio es una cuenta corriente con 900 euros, otra compartida con 1.400 euros, una vivienda a medias valorada en 110.000 euros, un plan de pensiones con 8.000 euros y un Saab 900 con quince años de antigüedad.

Quizás todo eso que ha dicho sea verdad, como tal vez lo sean todos los discursos, declaraciones y promesas de muchos políticos de este país cuando defienden tan taxativamente sus actuaciones y posturas, tanto en campaña electoral, como gobernando, o en la oposición; pero comprobamos continuamente que se desdicen de lo afirmado y hacen cosas tan diferentes de lo que predican, que no merecen demasiada credibilidad. Entonces cabe preguntarse que si lo que dicen no es verdad, ¿a que se debe la seguridad con la que lo aseveran?

Psicológicamente se llama mitomanía al trastorno de mentir patológica y continuamente falseando la realidad y haciéndola más soportable. En ocasiones estas personas llegan a creerse realmente sus propias mentiras.

Bueno, quizás sea excesivo pensar que Camps, y otros tantos políticos, padezcan ese trastorno. Entonces si no dicen la verdad, y no son mitómanos, otra de las opciones es que practiquen con demasiada frecuencia el cinismo, que según la real academia de la lengua puede ser: 1.-Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables; o 2.-Impudencia, obscenidad descarada.

A ver si, con un poco de suerte, la justicia nos ayuda a salir de dudas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario