Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

miércoles, 21 de julio de 2010

Absentismo estresante

El pasado mes de enero, Octavio Granado, Secretario de Estado de Seguridad Social, hizo públicos los datos sobre absentismo laboral que había registrado España durante 2009. Granado sacó pecho y mostró su “orgullo” para anunciar que el porcentaje de trabajadores españoles afiliados a la seguridad social que se habían ausentado de su puesto de trabajo por incapacidad temporal más de cuatro días consecutivos durante 2009 había sido sólo del 2,1 por ciento, ligeramente por debajo del 2,2 por ciento que afecta a los doce principales países de la unión europea.
El Secretario de Estado de Seguridad Social afirmó que ese logro se había realizado “sin bajar un ápice los derechos de los enfermos, pero mejorando la vigilancia de los que fingen estarlo”.
Más allá de si las cifras responden a la buena gestión de la Seguridad Social o, como dicen las malas lenguas, a que en épocas de crisis y de baja contratación laboral los trabajadores responden mejor en sus puestos para no perderlos, lo cierto es que objetivamente ese supuesto dato en la reducción del absentismo laboral se puede considerar positivo ya que los empresarios siempre han achacado a ese mal grandes pérdidas en sus ingresos. Concretamente en 2008 las empresas culpaban al absentismo laboral, de cualquier duración, de la pérdida de 12.700 millones de euros y la lucha contra el mismo, además de la flexibilidad laboral, es uno de sus principales objetivos. Ese mismo año el 5,3 de los trabajadores españoles habían cometido “una abstención deliberada de ir al trabajo” (que es como define la real academia de la Lengua Española al absentismo laboral). La cifra bajaba al 3 por ciento en aquellas empresas consideradas “familiarmente responsables”, es decir, aquellas que optan por gestiones dirigidas a la motivación del trabajador y a la conciliación de la vida familiar y laboral, en lugar de hacerlo con directrices sancionadoras.
Las principales causas de la ausencia del trabajo son la salud y visitas al médico en el 23 por ciento de los casos (por lo que los hombres faltan una media de 8,4 días al año al trabajo, y las mujeres 6,3), y conciliar vida laboral y familiar en el 21 por ciento (aquí las mujeres faltan de media 4,4 días y los hombres 1,7). Defunciones de familiares y realizar trámites también ocupan un destacado lugar entre los motivos de las ausencias.
Por un motivo, control de la Seguridad Social o crisis en el empleo, u otro, motivación de las empresas a los trabajadores, parece que el absentismo laboral en nuestro país se controla y cada vez se aproxima más al de la media de la Unión Europea.
Entre todas las causas de baja laboral el estrés asciende progresivamente como uno de los principales motivos para solicitarla. Los estudios realizados al respecto señalan que el estrés, más que por incidentes puntuales, está provocado por situaciones inherentes a la propia profesión, y así maestros, ATS, médicos y policías son las dedicaciones más estresantes.
Eso era hasta ahora, ya que desde hace unos meses hay una profesión sobre la que parece que se ciernen todos los síntomas estresantes del universo: los controladores aéreos alcanzaron un absentismo laboral del 17 por ciento durante el pasado mes de mayo y del 14 por ciento en junio, según el Ente Público Empresarial AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea), del que dependen. La misma fuente empresarial, dependiente del Ministerio de Fomento, indica que durante días puntuales de julio el absentismo de los controladores superó el 34 por ciento en el aeropuerto barcelonés de El Prat.
Las elevadas cifras de absentismo hacen sospechar a los responsables de AENA y del ministerio que los controladores faltan al trabajo siguiendo consignas para forzar la negociación de su nuevo convenio laboral y para protestar contra las reformas que afectan a las condiciones laborales del colectivo. Por su parte los representantes de los controladores denuncian “acoso psíquico” por la presión social y de la propia empresa, el poco descanso y la incertidumbre en sus vacaciones lo que ha provocado entre los controladores aéreos “evacuaciones médicas en el trabajo, cuadros de arritmia y ansiedad, subidas de adrenalina e incluso casos de depresión”.
La nueva regulación introducida por el ministerio de fomento supondrá que los controladores aéreos trabajarán este año un total de 1.670 horas, frente a las 1.780 de 2009, 1.802 de 2008 o 1.799 de 2.007, con lo que su jornada laboral disminuye, y es de suponer que el estrés también, aunque del mismo modo sus ingresos.
La batalla entre los controladores y el Ministerio de Fomento comenzó a finales del año pasado cuando el titular de esta cartera, José Blanco, les acusó a finales de 2009 de ser una casta laboral que cobraba una media de 380.000 euros anuales y que pretendía mantener sus privilegios limitando el acceso a la profesión.
Más allá de si se merecen lo que cobran o no, o de como lo han conseguido, lo cierto es que dependen del Ente Público AENA, creado en 1990 y cien por cien propiedad del estado español, con lo que, activa o pasivamente, han sido los sucesivos gobiernos quienes han propiciado que el sueldo de los controladores aéreos se triplicara en doce años. Concretamente entre 1996 y 2008 subió un 346 por ciento, y el año en el que más lo hizo fue en 2000 cuando aumentó casi un 33 por ciento.
Precisamente ese año fue el posterior a la firma del convenio colectivo que se debe renegociar ahora.
Presión, estrés, exceso de trabajo, incertidumbre en el convenio… lo cierto es que los controladores aéreos parecen sufrir un absentismo estresante que, en los últimos meses, provoca una inasistencia al trabajo de este colectivo a cifras cercanas al 20 por ciento, con la consiguiente afectación negativa al tráfico aéreo y a notables contratiempos para los usuarios por retrasos y anulaciones de vuelos.
Para tratar de salvarnos de este caos y protegernos de la privilegiada casta laboral, el Ministro de Fomento, José Blanco, propone contratar controladores de los países del este, que cobran muchísimo menos, e incluso utilizar personal militar. Loable actitud la de tratar de defender a los ciudadanos de tan exagerando absentismo, pero hay otra casta ilimitadamente privilegiada con un intermitente absentismo muchísimo mayor, no sé si por el estrés o por su cara bonita: casi la mitad de los diputados no acudieron al hemiciclo la segunda jornada del Debate sobre el Estado de la Nación el pasado 15 de julio, y eso que los propios políticos dicen que esa es una cita importante. Ese absentismo es más habitual de lo que podemos pensar y ambas cámaras presentan con excesiva frecuencia demasiados escaños vacíos, y lo hacen tanto en citas de menor importancia como en otras transcendentales, incluido el debate de los presupuestos generales del estado.






Eso sucedió en noviembre de 2008, pero es una reiterada actitud entre nuestros representantes políticos, a pesar de que dicen trabajar como cualquier ciudadano, y de querer lavar una lamentable imagen que se han ganado a pulso, porque a los únicos lugares donde no faltan es a sus mítines electorales, inauguraciones y demás festejos de sus partidos.
Blanco nos quiere salvar del desproporcionado absentismo laboral de los controladores aéreos, pero, ¿quien nos salva del descomunal absentismo laboral de nuestros políticos, a quienes pagamos unos jugosos sueldos además de otras notables prebendas? Bueno quizás no sea demasiado acertado llamar absentismo laboral a las ausencias de los políticos de sus puestos, ya que para muchos de ellos la política no es un trabajo, sino un negocio fácil para llenar sus bolsillos y trepar hacia el éxito.
Sea como sea, confiemos en que la supuesta salvación no incluya sustituirles con militares o con ciudadanos de la Europa del Este.

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