Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

lunes, 12 de julio de 2010

Reivindicaciones contundentes

Ochenta años después de que iniciara su andadura la Copa Mundial de Fútbol allá por 1930, por fin la selección nacional española ha logrado alzarse con el título que la encumbra como el mejor combinado del panorama internacional en ese deporte durante los próximos cuatro años. En los 19 Campeonatos disputados hasta el momento (no se celebró en 1942 y 1946 a causa de la segunda guerra mundial), únicamente ocho países han logrado colocar en su camiseta la estrella que les confiere ese galardón: Brasil (5), Italia (4), Alemania (3), Argentina (2), Uruguay (2), Inglaterra (1), Francia (1) y, ahora, España (1).
La culminación de la hazaña fue vista por más de 700 millones de personas en todo el mundo, mientras que en España quince millones de telespectadores disfrutaron con el juego del equipo, y muchos de ellos celebraron después el triunfo por las diferentes calles y plazas de nuestro territorio. El acontecimiento ha sido apoteósico, pero el camino hacia el éxito fue tortuoso para los españoles, que tuvieron que eliminar a los rivales más en forma. Holanda, que se dedicó a no dejar jugar a los españoles por todos los medios, y rayando los límites de la legalidad con la máxima de que el fin justifica los medios, había encadenado 25 partidos internacionales sin conocer la derrota, concretamente desde septiembre de 2008 y había ganado todos los partidos del mundial, excepto el último. España venció en todos los encuentros mundialistas, con excepción del primero, y ya había eliminado a otra selección en racha: Portugal, que también encadenaba 19 partidos sin perder y 9 sin encajar ni un solo gol.
Aún sin ser futbolero, es innegable el merito de nuestra selección, tanto en los aspectos deportivos como en los humanos, que ha sido capaz de ilusionar y movilizar unánimemente a gran parte de este país. En el aspecto deportivo ha consolidado y mejorado el vistoso juego que se iniciara en la última etapa de Luis Aragonés como seleccionador y que culmino con la consecución de la Eurocopa 2008. Humanamente también entonces el grupo español conformaba un compacto bloque de compañerismo y solidaridad. El nuevo seleccionador desde julio de 2008, Vicente del Bosque, consolidó y perfeccionó el trabajo realizado hasta entonces y ha sido capaz de crear un verdadero equipo donde reina la amistad y el entendimiento y priman los intereses del grupo por encima de los individuales. Exactamente la misma fórmula que utilizó Pepu Hernández para conducir a la selección nacional de baloncesto a hacerse con el Campeonato del Mundo de 2006, y que repitió Sergio Scariolo logrando el Eurobasket de 2009.
El conglomerado de jugadores españoles, entre los que hay madrileños, catalanes, vascos, navarros, andaluces, castellanoleoneses, castellanomanchegos, valencianos, asturianos y canarios, bajo las órdenes de un salmantino, han conseguido demostrar que el trabajo en equipo es posible, que el fútbol constructivo gana más adeptos que otros sistemas de juego especulativos y que la constancia y el esfuerzo son esenciales para lograr resultados positivos. Los 23 componentes de la selección y todo el equipo técnico han sido capaces de conformar un auténtico grupo de apoyo, amistad y solidaridad en torno a un objetivo común, y olvidando intereses o ideologías personales. Todos ellos, desde la deportividad y el respeto al rival, defendieron la camiseta de la selección española con una entrega total dentro de la labor que les tocó realizar en cada momento: desde el campo o desde el banquillo; en los entrenamientos o en los partidos; en los malos momentos o en las celebraciones, y reivindicaron contundentemente la consecución de un título que se merecían, por juego, esfuerzo y actitud.
Y lo lograron, y rompieron la tensión acumulada con la naturalidad e intensidad con que lo hace un heterogéneo grupo de amigos bien avenido tras haber logrado un objetivo común. La celebración fue más de la misma natural espontaneidad de abrazos, felicitaciones y parabienes que intercambiaban los vencedores mientras exhibían la copa del mundo y las banderas nacionales en su paseo triunfal por el césped. En el fragor de la celebración dos de los principales protagonistas de todos los partidos, Xavi Hernández y Puyol ondearon, exultantes de alegría, la señera catalana.
Seguramente hubo a quien no le pareció bien el gesto, aunque lo silencien dado el logro alcanzado y teniendo en cuenta que entre los seleccionados había siete catalanes y cinco de ellos fueron titulares en todos los partidos y nadie puede poner en duda su vital aportación al triunfo final ni la entrega con que defendieron los colores de nuestro país. Así pues todo el grupo reivindicó de manera contundente el triunfo y el mejor juego de España, y Xavi y Puyol también sumaron la pequeña reivindicación de sus particulares y diferenciales orígenes con la exhibición de la señera, como lo podía haber hecho Xabi Alonso con la ikurriña, David Villa con la bandera asturiana o cualquier otro jugador con los colores de la comunidad, ciudad o pueblo con la que se sienta identificado.
Aún sin ser catalanista, ni nacionalista de ninguna tendencia (porque los extremos llevan al fanatismo y la intolerancia, incluido el españolismo que parecen querer imponer algunos), es innegable el mérito de lograr convocar a más de un millón de personas, o los que fueran, ya que eran muchos, para que se manifiesten por las calles de Barcelona un día antes de la esperada final del mundial, y en pleno sábado del caluroso mes vacacional de julio. Tiene mérito conseguir, como la selección nacional de fútbol, la práctica unanimidad de partidos políticos de derechas y de izquierdas (excepto el PP y Ciutadans), de empresarios, de sindicatos y de agrupaciones y movimientos culturales y sociales de todo tipo. Sólo que en este caso el merito es negativo ya que lo que logró esa casi unanimidad en la contundente reivindicación del pueblo catalán fue la sentencia de un politizado Tribunal Constitucional que recortaba los contenidos del Estatut aprobado por las Cortes españolas en 2006 y refrendado por los ciudadanos de la Comunidad Autónoma Catalana en referéndum ese mismo año.
El origen de la sentencia fue un recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular hace casi cuatro años. Esta agrupación parece empeñada en predicar que se está “desmembrando” el país desde que su ídolo Aznar dejara el poder; y en defender una trasnochada idea de España “grande y libre”.
Cataluña, como otras comunidades españolas, tuvo estatutos de autonomía con anterioridad al de 1979. Concretamente en 1919 y 1932. Después con la Guerra Civil de 1936, el derrocamiento del gobierno legal y la subida al poder del general Franco, el grado de autonomía alcanzado se diluyó hasta convertirse, como en casi toda España, en represión social, política, cultural e ideológica, tratando de arrancarles completamente su identidad. El Estatut del 79 intentaba devolverles parte de sus derechos, y el 2006 ampliarlos, pero los celosos salvadores de la patria no están de acuerdo porque se “desmembraría” el país.
Ahora la selección española de fútbol, con cinco catalanes como jugadores indiscutibles del once titular, han reivindicado contundentemente la consecución de un título que no obtenían desde que surgiera hace 80 años y el pueblo catalán ha hecho lo propio con un camino que inició hace 90 años y que fue truncado por cuarenta años de franquismo. Tal vez algunos deberían dejar de lado discursos apocalípticos e intereses del pasado y tomar nota de que, como en el fútbol, no todo es presión, defensa y brusquedad para no dejar jugar a los demás, sino que en muchas ocasiones el compañerismo, la amistad y la lucha por unos objetivos comunes, dejando de lado los individuales, son la base del triunfo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario