Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

domingo, 16 de enero de 2011

Al servicio de España



Es complicado digerir que quien habla reiteradamente sobre la desastrosa situación de este país y de su insostenibilidad y de la insostenibilidad del estado de bienestar sea justamente el político que más ha mejorado su bienestar personal precisamente beneficiándose del cargo que ocupó, y siendo uno de los principales culpables del actual estado de las cosas, ya que de los gloriosos polvos que sembró se recogen ahora estos farragosos lodos, como se explica en El Adalid de las peinetas.
Insatisfecho con los 80.000 euros anuales de su pensión de expresidentes, además de dos funcionarios a su servicio, dotación para mantenimiento de una oficina, coche y chofer, y seguridad y viajes gratis, se ha servido del cargo, y de los favores prestados, entre ellos apoyar una guerra ilegal y contra la voluntad del país que presidía, para escalar a cimas que ni soñó (asesor de Endesa: 200.000 euros al año, consejero de la corporación de comunicación de Rupert Murdoch: 170.000 euros anuales; tres libros en Editorial Planeta: 600.000 euros).
Lo más sangrante de la situación es que, lejos de retirarse a disfrutar de sus lucrativos y oscuros ingresos como suelen hacer los políticos de su calaña, persiste en seguir amargándonos la existencia, no se sabe si en base a su condición de exinspector de Hacienda, expresidente del gobierno o presidente de la fundación llamada Faes, autodefinida como “un gran laboratorio de ideas y programas cuya vocación es nutrir el pensamiento y la acción política del centro liberal y reformista”. Como ex no sería demasiado prudente criticar, así que se supone que lo hace como líder de ese “gran laboratorio” de donde, como mucho pueden salir monstruos de todo tipo, porque las ideas, ni son científicas, ni se experimentan.
Cuando menos se le necesita, Aznar abre su boca y suelta perlas del mismo calibre a las que nos tenía acostumbrados:


Este breve resumen data de julio de 2007, ahora la lista de atrocidades es muy superior. Como muestra un botón:


Sería sencillo aplicar oídos sordos a palabras necias, pero el principal problema es que este iluminado caudillo se ha endiosado y es jaleado por miles de acérrimos seguidores, al parecer por todo el planeta, e incluso fue nombrado el pasado mes de octubre presidente del Instituto Global de Adaptación (Global Adaptation Institute), un engendro creado por el capitalismo para, según ellos mismos dicen, luchar contra el cambio climático.
Quizás todo se pueda justificar porque, como el propio Aznar afirma en la presentación que realiza en la página web de Faes, la asociación que preside está “al servicio de España”, claro que, al parecer de demasiados, también lo estuvo Franco durante cuarenta años.
Flaco servicio presta él mientras se enriquece a su cuenta y genera crispaciones tan oportunistas como innecesarias, al menos en mi organismo, porque cada vez que escucho abrir la boca a semejante espécimen se me revuelven las tripas y los retortijones son aún más fuertes que cuando hablan el resto de los políticos de este país.

viernes, 14 de enero de 2011

Facturas detalladas

El pasado 29 de diciembre el Ministro de Industria, Miguel Sebastián, nos dulcificó el aumento que sufriría la factura de la luz a partir de este enero sería de poco más que un café por persona, en lugar de decir que subiría una media del 9,8 por ciento, para acumular una subida del 50 por ciento en cinco años, y que entre todos pagaríamos 70 millones de euros más a las eléctricas cada mes. La descomunal subida se justificó con el fin de equiparar las tarifas de la electricidad con sus precios reales, y dicen que debería subir aún un 30 por ciento más.
Los caminos de la economía son inescrutables. Las cuatro grandes eléctricas españolas, a pesar de haberse reducido en un 22 por ciento, aún tuvieron unos beneficios de 7.600 millones de euros en 2009, de los que casi la mitad fueron para Endesa. A pesar de esos datos parece que no pagamos por la electricidad lo que en realidad cuesta, y las compañías nos la regalan, a pesar de lo cual, misteriosamente, tienen jugosos beneficios gracias a los tejemanejes políticos.
Si detallaran las engorrosas facturas con más claridad tal vez se podría entender la contradictoria situación de tener ganancias a pesar de vender por debajo del precio de coste.
Como cliente de Endesa, ahora me han detallado un poco más la factura. Parte de los cafés que dejaremos de tomar los clientes de esa eléctrica se los tomará el expresidente del Gobierno, José María Aznar, por ser su “asesor externo”. Concretamente el equivalente a 200.000 euros al año. El presidente de la Faes añade esa cantidad a los 170.000 euros anuales que le paga el magnate de la comunicación Murdoch y, como no, a los cerca de 80.000 euros, y otras muchas prebendas, algunas de las cuales le pagamos todos los españoles por haberle sufrido como presidente.
Otro que también lo fue, y al que también le pagaremos este año los 80.000 euros y demás prebendas, Felipe González, curiosamente también ha sido nombrado recientemente consejero de otro grupo energético Gas Natural-Fenosa. González solo (aquí si quiero utilizar la doble acepción recientemente admitida en el término: él solito y solamente, en relación a lo que percibirá Aznar) cobrará 125.000 euros al año, a costa de otros tantos cafés que se dejarán de tomar los clientes de Gas Natural-Fenosa. Tal vez cobre menos porque el gas sólo ha subido menos de la mitad que la luz, o porque ese grupo empresarial sólo tiene la tercera parte de beneficios que Endesa, empresa estatal española fundada en 1944 y ahora en manos de la italiana Enel, y cuya privatización inició Felipe González y finalizó José María Aznar.
Quizás sea necesario que nos detallen más las facturas energéticas para poder comprenderlas, pero puede que no sean las únicas que conviene aclarar, porque otros muchos expolíticos cobran de ellas.
Estos son sólo algunos ejemplos: Rodrigo Rato (Caja Madrid), Narcís Serra (Caixa Catalunya), Guillermo de la Dehesa (Santander), Josep Piqué (Vueling), Juan Costa (Ernst & Young), Jordi Sevilla (PwC), Isabel Tocino (Santander), Rafael Arias-Salgado (Carrefour), Rodolfo Martín Villa (Sogecable), Eduardo Zaplana (Telefónica), Javier Solana (Acciona),…
A niveles de Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos las listas se multiplican, y es que los políticos deberían pasarnos facturas más detalladas.

lunes, 10 de enero de 2011

El Gran Monopoly

¿Quién no ha se ha arruinado en alguna ocasión con el conocido juego financiero-inmobiliario? Recorrías el tablero con el azar de los dados y comprabas calles, casas y hoteles mientras ganabas el segundo premio de belleza, te multaban por exceso de velocidad o te enviaban directamente a la cárcel, sin pasar por la casilla de salida. Todos los participantes comenzaban con las mismas condiciones de dinero y había una banca que gestionaba las propiedades, hasta que eran compradas, y algunos pagos y cobros. Al final ganaba el jugador que más dinero y bienes acumulaba y, normalmente, el resto de los competidores acababa en la ruina total, sin propiedades ni dinero.
La popularidad y el éxito del Monopoly, patentado con su nombre en la década de los treinta del pasado siglo en USA pero basado en una idea de tres décadas antes, le colocó como el juego de mesa más conocido en el mundo con 500 millones de jugadores hasta 1999, según el libro Guinness de los récords, además de haberse adaptado a decenas de países y ciudades, donde es muy conocido, como reflejan los datos.
El triunfo político del peculiar liberalismo económico radical en los Estados Unidos de Norteamérica, que propugna la no intervención del estado en los mercados, reducciones de impuestos y ausencia de ayudas y subvenciones, y que paradójicamente defiende a sus propias empresas ante el resto del mundo con aportaciones encubiertas y legislaciones protectoras, ha dado una vuelta de tuerca más. El logro ha sido que los diferentes gobiernos entreguen grandes cantidades de dinero para financiar y retroalimentar a un sistema económico que se había autofagocitado debido a la insaciable voracidad que lo impulsa, sacrificando de ese modo las ayudas sociales y poniendo en peligro el Estado de Bienestar en Europa y paralizando las iniciativas que en ese sentido había iniciado el presidente Barack Obama.
La globalización de la sociedad capitalista parece querer convertir el planeta en un Gran Monopoly en el que, pretende, todos juguemos. En la desbocada carrera consumista triunfa el que más dinero, propiedades y riquezas acumula, aún a costa de arruinar al resto de los jugadores con el beneplácito de la banca y de las normas del juego legisladas por los políticos bajo las directrices del capital.
Así mientras unos compran calles, casas y hoteles, cuya única finalidad parece ser obtener más dinero y acumular posesiones, otros se arruinan pagando las deudas que jamás podrán saldar, para pagar bienes y servicios que apenas pueden disfrutar y que, en muchos casos, solo sirven para aparentar lo que no se es. Los políticos miran el juego y legislan las normas, últimamente para permitir que la banca tenga la liquidez suficiente para que el juego continúe a costa de dejar desamparados a los más débiles; es de suponer que porque la continuidad de la partida les favorece y les permite enriquecerse muy cómodamente.
Lo lamentable de la situación es que la riqueza de la Tierra y sus recursos permitiría que todos sus habitantes pudieran vivir dignamente, pero algunos se empeñan en acumularla, aún sacrificando a otros muchos que apenas pueden subsistir.
En realidad no tiene demasiado sentido emplear el tiempo que vivimos en acumular posesiones materiales que en muchos casos ni tan siquiera podemos disfrutar, que en ningún caso nos llevaremos de aquí y que en demasiados casos esa acumulación supone el padecimiento de los más débiles. Y el sentido se convierte en absurdidad cuando los únicos logros de ese consumismo desorbitado son incrementar las diferencias entre ricos y pobres y agotar los recursos de un planeta convertido en un Gran Monopoly.
A pesar de que desde que nacemos nos dirigen para perpetuar la sociedad de consumo, entrar o no en ese descomunal juego depende de nosotros.

miércoles, 5 de enero de 2011

De cambios y permanencias

Desde que Heráclito de Éfeso estableciera la teoría del devenir, allá por el siglo V antes de Cristo, por la que establecía que todo fluye y nada permanece y que la esencia de todo está en un cambio incesante provocado por el conflicto entre opuestos, la evolución de la ciencia y el pensamiento han profundizado en la naturaleza y certeza de esos cambios hasta los límites de la física cuántica.
Sin entrar en complejidades sobre innegables variaciones a nivel atómico, molecular, celular, físico, químico o estructural, hay otros cambios más evidentes, porque en muchos casos son normas impuestas, con más o menos acierto, que afectan a los más variados aspectos de nuestras vidas. La reciente prohibición de fumar en espacios públicos cerrados, y algunos abiertos, es un claro ejemplo de cambio impuesto, aunque sólo afecte a los fumadores; y entre los que nos afectan a todos por igual se encuentran las variaciones introducidas por la Real Academia Española.
Ahora, entre otras cosas, Catar y Cuorum se escriben con C en vez de Q, exmarido y exmujer van juntos, se suprimen las tildes en los monosílabos y en los pronombres demostrativos,…e incluso el adverbio sólo la pierde en un peligroso paso hacia la ambigüedad que recientemente escuché plasmar a la ingeniosa periodista Nieves Concostrina en la frase “El sábado me pasé seis horas practicando sexo solo”. Evidentemente la ambigüedad surge si las palabras son de un hombre, ya que no sabemos si estuvo en solitario o si se quejaba de la escasa duración de la actividad. En el caso de una mujer únicamente cabe esa segunda acepción, ya que la cualidad de la soledad debería escribirse en femenino: sola.
Los cambios impuestos siempre tienen defensores y detractores, pero hay otros cambios que son voluntarios y, generalmente, tratan de introducir mejoras en la situación o el individuo. El cambio de año suele ser una época habitual para reivindicar esas buenas intenciones.
El pasado 30 de diciembre, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, habló por enésima vez en los dos últimos años de un necesario cambio político en España. Últimamente, crecido por las encuestas, repite más esa necesidad de cambio y afirma que su partido está preparado para realizarlo y que vencerá al PSOE, sea cual sea su candidato. Lo cierto es que el triunfalismo del candidato popular está más provocado por la nefasta gestión de los socialistas que por los meritos del PP, donde más bien los cambios parecen permanencias: Rajoy continúa dando escasas ruedas de prensa y evitando las preguntas de los periodistas, insiste en negar la posible existencia del cambio climático y, él y su partido, prosiguen sin llegar a ningún acuerdo ni pacto con el gobierno para tratar de resolver la acuciante situación económica de este país.
Así, mientras hablan de cambios, permanecen anclados a sus poltronas, a sus aspiraciones de poder y a las continuas corrupciones en sus filas, que están ahí a pesar de que hasta se alegren de los sobreseimientos de los presuntos delitos de sus miembros, como en el caso de Carlos Fabra, presidente popular de la diputación de Castellón, librado de cuatro de las cinco acusaciones por presunto delito fiscal que recaían sobre él. Lo que no dicen es que la causa del sobreseimiento es la supuesta prescripción de los delitos, ya que desde que se denunciaran en 2003, aún no hay sentencia al respecto y han pasado por el juzgado que ve las causas hasta nueve jueces y cuatro fiscales diferentes. Parece que en eso, como en la lotería que parece haberle tocado hasta en seis ocasiones, tiene suerte y sus supuestos delitos caminan hacia la prescripción.


Así, entre los cambios y permanencias que afectan a nuestra sociedad, nuestras normas y nuestros políticos, parece que el futuro de los españoles pasan por salir de la sartén para caer en el fuego, salir de Guatemala para entrar en Guatepeor, o mejor aún, como dicen expresiva y acertadamente los catalanes, y ya que estamos hablando de cambios: “canviar pets per merda” (Cambiar pedos por mierda).