Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

miércoles, 5 de enero de 2011

De cambios y permanencias

Desde que Heráclito de Éfeso estableciera la teoría del devenir, allá por el siglo V antes de Cristo, por la que establecía que todo fluye y nada permanece y que la esencia de todo está en un cambio incesante provocado por el conflicto entre opuestos, la evolución de la ciencia y el pensamiento han profundizado en la naturaleza y certeza de esos cambios hasta los límites de la física cuántica.
Sin entrar en complejidades sobre innegables variaciones a nivel atómico, molecular, celular, físico, químico o estructural, hay otros cambios más evidentes, porque en muchos casos son normas impuestas, con más o menos acierto, que afectan a los más variados aspectos de nuestras vidas. La reciente prohibición de fumar en espacios públicos cerrados, y algunos abiertos, es un claro ejemplo de cambio impuesto, aunque sólo afecte a los fumadores; y entre los que nos afectan a todos por igual se encuentran las variaciones introducidas por la Real Academia Española.
Ahora, entre otras cosas, Catar y Cuorum se escriben con C en vez de Q, exmarido y exmujer van juntos, se suprimen las tildes en los monosílabos y en los pronombres demostrativos,…e incluso el adverbio sólo la pierde en un peligroso paso hacia la ambigüedad que recientemente escuché plasmar a la ingeniosa periodista Nieves Concostrina en la frase “El sábado me pasé seis horas practicando sexo solo”. Evidentemente la ambigüedad surge si las palabras son de un hombre, ya que no sabemos si estuvo en solitario o si se quejaba de la escasa duración de la actividad. En el caso de una mujer únicamente cabe esa segunda acepción, ya que la cualidad de la soledad debería escribirse en femenino: sola.
Los cambios impuestos siempre tienen defensores y detractores, pero hay otros cambios que son voluntarios y, generalmente, tratan de introducir mejoras en la situación o el individuo. El cambio de año suele ser una época habitual para reivindicar esas buenas intenciones.
El pasado 30 de diciembre, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, habló por enésima vez en los dos últimos años de un necesario cambio político en España. Últimamente, crecido por las encuestas, repite más esa necesidad de cambio y afirma que su partido está preparado para realizarlo y que vencerá al PSOE, sea cual sea su candidato. Lo cierto es que el triunfalismo del candidato popular está más provocado por la nefasta gestión de los socialistas que por los meritos del PP, donde más bien los cambios parecen permanencias: Rajoy continúa dando escasas ruedas de prensa y evitando las preguntas de los periodistas, insiste en negar la posible existencia del cambio climático y, él y su partido, prosiguen sin llegar a ningún acuerdo ni pacto con el gobierno para tratar de resolver la acuciante situación económica de este país.
Así, mientras hablan de cambios, permanecen anclados a sus poltronas, a sus aspiraciones de poder y a las continuas corrupciones en sus filas, que están ahí a pesar de que hasta se alegren de los sobreseimientos de los presuntos delitos de sus miembros, como en el caso de Carlos Fabra, presidente popular de la diputación de Castellón, librado de cuatro de las cinco acusaciones por presunto delito fiscal que recaían sobre él. Lo que no dicen es que la causa del sobreseimiento es la supuesta prescripción de los delitos, ya que desde que se denunciaran en 2003, aún no hay sentencia al respecto y han pasado por el juzgado que ve las causas hasta nueve jueces y cuatro fiscales diferentes. Parece que en eso, como en la lotería que parece haberle tocado hasta en seis ocasiones, tiene suerte y sus supuestos delitos caminan hacia la prescripción.


Así, entre los cambios y permanencias que afectan a nuestra sociedad, nuestras normas y nuestros políticos, parece que el futuro de los españoles pasan por salir de la sartén para caer en el fuego, salir de Guatemala para entrar en Guatepeor, o mejor aún, como dicen expresiva y acertadamente los catalanes, y ya que estamos hablando de cambios: “canviar pets per merda” (Cambiar pedos por mierda).

1 comentario: