Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Falsa realidad



El último programa de Salvados, cuya cabeza visible es el revelador Jordi Évole, titulado Operación Palace y en el que se exponía una versión diferente de los acontecimientos que provocaron el golpe de estado del 23F, emitido el pasado domingo alcanzó una audiencia record, y una generalizada polémica, porque el promocionado espacio resultó ser un falso documental. Ninguno de los más de cinco millones de espectadores que siguieron la emisión fue indiferente a su contenido y así las opiniones contrastan entre quienes opinan que fue una genialidad que conmovió al público, llegándolo a comparar con La Guerra de los mundos, cuya adaptación radiofónica realizada por Orson Welles el 30 de octubre de 1938 provocó el pánico entre parte de la población neoyorkina. Aquello supuso el espaldarazo definitivo para el innovador comunicador, que más tarde triunfaría en el cine con realizaciones tan reconocidas y técnicamente revolucionarias como Ciudadano Kane, si bien no faltaron críticas y exigencias de responsabilidades, por lo que Welles tuvo que pedir perdón y decir que era una broma de Halloween. Rumbo al primer pedestal pretenden poner a Jordi Évole los defensores de la emisión del documental.
Evidentemente, lejos de vislumbrar mérito en la labor del controvertido Follonero, un sector de la población la ha condenado por faltar al respeto del público. Pero en este país de viscerales y encontradas pasiones y demasiada retrograda nostalgia dominante, que incluso impulsa la renovación de las legislación que nos ha de regir en asuntos tan trascendentes como los culturales, educativos, laborales o sanitarios, otro grupo poblacional ha reaccionado de modo más extremo, aunque sin llegar a lo sucedido el 12 de febrero de 1949 en la capital ecuatoriana. Aquel sábado Radio Quito, la más prestigiosa de la ciudad, emitió una versión de la Guerra de los Mundos, a la que se quiso dar la máxima veracidad, y pocos conocían la verdad. El guión relataba el avistamiento de un OVNI y la posterior aparición de una nube tóxica, pero poco más pudo desarrollarse porque a los veinte minutos, una vez descubierta la farsa, una multitud indignada y enfurecida atacó e incendió el edificio que acogía la emisora y donde también se ubicaban las rotativas de un periódico, cuyos almacenamientos de papel y tinta alimentaron las llamas que acabaron provocando cinco muertos.
Actuaciones así se corresponden con la intolerancia y los más cavernarios pensamientos y primarios instintos de algunos sectores ideológicos dominantes en este país de la grande y libre marca España.
Pero la emisión de Operación Palace no puede equipararse con ambos ejemplos, ni con otros muchos, pues hay una diferencia esencial: mientras La guerra de los mundos basa sus contenido en un hecho inicial ficticio, la piedra de toque del documental confeccionado por el premiado programa Salvados fue tan real como la conmoción que provocó en los españoles cuando se produjo, el 23 de febrero de 1981.
Jordi Évole y su equipo con unos medios nada espectaculares y una sencillez de agradecer nos muestran cada semana los entresijos de algún tema candente, entrevistando a sus protagonistas y documentando otros aspectos del mismo.
En el caso de Operación Palace, la farsa nos procura dos lecciones magistrales. Por un lado nos demuestra la capacidad manipulativa de los medios de difusión, especialmente audiovisuales, para conformar una falsa realidad que condiciona nuestras vidas y pensamientos y por otro denuncia que después de 30 años no sé conozca la verdad de lo sucedido aquel día, porque este oscurantismo sobre hechos importantes puede alimentar maquinaciones como las que ellos idearon y que conmocionó a parte del país, hasta que desvelaron la trama.
La oscuras situaciones políticas y financieras por las que atraviesa España, con altos cargos en ambos ámbitos, incluido el gobierno, inmersos en presuntos asuntos de corrupción, con sobres de dinero negro, comisiones, fraudes a usuarios y sueldos millonarios; cuyas resoluciones se prolongan hasta el infinito o se diluyen por insondables verigüetos judiciales, mientras los ciudadanos ven recortados sus derechos como consecuencia de esos derroches y despilfarros, y tienen que comulgar con las medias verdades y las manipulaciones y engaños que originados por los protagonistas son difundidos por los mal llamados medios de comunicación, normalmente lacayos del poder económico que les sustenta y voceros del poder de turno, justificarían con más fundamento que la emisión de un programa de radio, la indignación generalizada. Los ecuatorianos tardaron veinte minutos en incendiar el edificio de la radio origen de las mentiras, aunque no fueran tan importantes, aquí llevamos años soportando como nuestros mentirosos escurren el bulto e intercambian acusaciones, mediocridad y connivencia mientras nos crujen. Va siendo hora de despertar de esta manipulación, de esta falsa realidad en que nos sumergen gobernantes y medios sirviendo al sistema.

lunes, 3 de febrero de 2014

Pedro J. y la mano que mece la cuna


La amplitud del ámbito en el que es conocida una persona por su nombre de pila nos da una idea aproximada de su alcance social. María, la del bar, o Pepe, el cartero, eran más o menos conocidos a nivel local, o de barrio, en una costumbre que cada vez se reduce más a entornos rurales; pero a partir de ahí apenas existen personajes trascendentes y reconocibles, excepto iconos universales como Miguel Ángel, Julio César o el mismísimo Jesucristo, nombres artísticos como Víctor Manuel o Ramoncín, o singularidades hispanas como Manolo, el del bombo, o Paco, el pocero, e incluso anacronismos a los que se añadían numerales, como Juan Carlos I. A partir de ahí, o las personas son más conocidas por el apellido, como Aznar, Zapatero, Rajoy o Urdangarin o se ha de añadir el nombre propio para ser identificado. A veces, todavía, también sirve colocar un “don” delante de éste, como lo llevaban los párrocos, los médicos, el alcalde, el maestro o cualquier personaje transcendente en otros tiempos para ser identificados entre sus clientes, conocidos o influenciados cercanos.
En medio de esas variadas posibilidades se encuentra Pedro J., sin ser ni el Sr. Ramírez, ni don Pedro José, ni tan siquiera Pedro J., el periodista. Es simplemente Pedro J., pero muy conocido y transcendente, aunque ahora, desde ayer mismo, le han quitado del pedestal de director del periódico El Mundo desde el que forjaba el resplandor social de su nombre y satisfacía la vanidad humana del protagonismo.
Hace casi 25 años, el 8 de marzo de 1989, Pedro J. también fue sustituido como director de Diario 16, según él, por denunciar las turbulentas tramas contraterroristas que vinculaban el Gal con el gobierno de Felipe González. Apenas ocho meses después, el 23 de noviembre de 1989, se funda el Mundo del siglo XXI, un periódico definido como liberal y que crece hasta afianzarse como segundo diario más leído del país. La fulgurante trayectoria coincide con la del PP y las huestes de Aznar, hasta que junto a estas, se quedó atrapada en la responsabilidad de ETA en los atentados de Madrid del 11-M, que  a la postre costaran las elecciones a los populares.
Ahora Pedro J. no se va al destierro, como hace 25 años, pues seguirá contando con algunas funciones, pero insiste que tras la mano que mece la cuna donde le pretenden dormir están poderes que tratan de silenciar el pozo de corrupción del que se surte la estructura nacional del PP y que el diario el mundo denunciaba cotidianamente, dada la abundancia de datos al respecto que se van conociendo, a pesar de los sobreesfuerzos que intentan ocultarlos.
Quienes niegan esta posibilidad, defienden que ha sido una decisión empresarial, meramente de mercado, la que ha enviado a Pedro J. a dormir a la parte oscura  en estos momentos de crisis generalizados, y particularmente dificultosos para los medios de difusión escritos. En este sentido se puede estar de acuerdo o no con la línea editorial del periodista, pero no se le puede quitar el mérito de saber utilizar el sensacionalismo para vender periódicos, por eso sería demasiado ingenuo pensar que sustituirle sería la solución para elevar las ventas.
Parece pues que quien quiere hacer dormir a Pedro J. y mecer nuestras cunas para que permanezcamos ajenos a la podrida realidad de nuestras instituciones es el mismo que hace que nuestros gobernantes dibujen un futuro rosa mientras recortan salarios, sanidad, educación y derechos como el del aborto. Eso sí, aún tienen la jeta de negar que hayamos sido rescatados. Los 46.000 millones de euros que recibimos de Europa para las arruinadas cajas de ahorro, y que lastran nuestra deuda y nuestra economía deben de ser una broma.

Nuestros miserables dirigentes pretenden hacernos vivir en una gran mentira, pero no pasa nada, porque el deporte y gran parte de España se paralizaron para despedir a Luis Aragonés, el primer seleccionador que dio un gran triunfo internacional al fútbol español. Pero sin duda no es demasiado inteligente seguir mirando el partido mientras nos arrebatan cuanto tenemos, eso sí, distraídos por su disfrazada realidad de país de las maravillas en el que pretenden hacer creer que vivimos.