Con demasiada frecuencia nos imponen una supuesta realidad, y ocultan esos pequeños detalles que marcan la diferencia.

lunes, 15 de febrero de 2016

¡Fuera caretas!

   La truculenta y costosa fiesta de disfraces y poltronas que gobierna este país y que financiamos con nuestros impuestos ha llegado a un punto en el que todos los participantes deben quitarse las caretas y asumir la realidad, y más aún cuando ya concluyen los carnavales 2016 y se van a cumplir dos meses desde las últimas elecciones. El último, y reciente, circo electoral del 20D ha dejado un novedoso panorama en el que no caben ambigüedades que se puedan ocultar bajo la alfombra de los remiendos legislativos, los requiebros legales o del olvido, actuaciones habituales del último gobierno popular. 

   Albert Rivera se desenmascaró, para quien no tenía claro ya su verdadero rostro, el viernes 18 de diciembre cuando dejó para la jornada de reflexión de sus posibles electores por primera vez que iba a respaldar un posible gobierno del PP. Tal vez el secreto a voces revelado por el líder de Ciudadanos hizo recapacitar a algunos de sus presuntos votantes que, al arrepentirse, trastocaron las previsiones de unas encuestas que parecían garantizar la mayoría de un pacto PP-Ciudadanos para sustentar cuatro años más de gobierno popular, ahondando más en desigualdades y en políticas retrógradas y antisociales para continuar potenciando la especulación, que es en el fondo lo que persigue la formación de Albert Rivera, eso sí, maquillando con nuevos aires las reaccionarias ideologías que sustentan la rancia y arcaica esencia de ambas formaciones de que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres. 

   Los inesperados resultados que auparon a Podemos al lugar reservado en las encuestas para Ciudadanos frustraron las esperanzas conservadoras de continuar su atroz gobierno, y casi de inmediato Mariano Rajoy y las hordas peperas reivindicaron su condición de fuerza más votada y la obligada democrática decisión de dejarles gobernar, e incluso llegar a necesarios pactos para garantizar la estabilidad y el futuro del país. La conciliadora llamada al diálogo y al consenso de Mariano Rajoy y sus adláteres hubiera sido mucho más creíble, verosímil y aceptable si el grupo popular no se hubiera pasado cuatro años aplastando cualquier iniciativa que no fuera suya con el rodillo de su mayoría absoluta, y despreciando, ninguneando y manipulando a las instituciones democráticas, e incumpliendo completamente y desde el principio un programa electoral respaldado por casi once millones de ingenuos electores. 

   Repasando uno a uno los ministerios del gobierno de Rajoy, sus unilaterales actuaciones no han favorecido a la mayoría de los habitantes de este país. Desde la imposición de las tasas judiciales hasta la subida del IVA, pasando por el desmantelamiento de los servicios públicos a base de recortes en sanidad, educación, dependencia y cualquier tipo de gasto social, y llegando a la aprobación de legislaciones restrictivas de derechos y libertades como la ley mordaza, la politización de la justicia y la utilización partidista de instituciones, han ido todas ellas contra la mayor parte de la población. Por mucho que ahora quieran colocarse la careta de demócratas dialogantes, los irrefutables hechos de los últimos cuatro años, avalados por la actitud despectiva, prepotente y casi insultante de las fuerzas populares con su todopoderoso presidente Mariano Rajoy, que sido capaz de aglutinar a un grupo de ministros sin escrúpulos para hacer retroceder al país sesenta años atrás, pero con la mayor parte de las posesiones que entonces eran de la dictadura en manos de la especulación privada. 

   Los renovados discursos de sus portavoces, clamando por un diálogo y unas normas democráticas que jamás han respetado, hieden tanto a la corrupción institucionalizada que salpica al partido y que le inhabilita para gobernar, al menos hasta que se renueven las cúpulas responsables, por activa y por pasiva, de las corruptelas generalizadas allá donde han gobernado. Esperanza Aguirre ya ha dimitido como presidenta del PP madrileño, pero continua como concejala en el ayuntamiento de Madrid, por lo que dada su trayectoria, como en las malas películas de terror, es muy probable que no se vaya realmente nunca. 

    En las filas del PSOE también hay muchas caretas que quitar. Especialmente en las cavernas de la vieja guardia dirigente y sus secuelas directas, donde la comodidad del aburguesamiento se instalado, si no lo estaba ya. Es hora de olvidar gloriosos pasados, aceptar errores y retornar a los orígenes proletarios que presidieron su fundación como partido político y que seguramente reside entre la mayor parte de sus militantes de base, pero que parece diluirse a medida que se aumenta en el escalafón organizativo. Pedro Sánchez, si le dejan, puede definir hacia donde quieren dirigir sus siglas si hacia el Socialista Obrero o hacia el Partido Español. 

    Podemos, si bien hasta ahora no ha tenido caretas reales, porque son nuevos y no ha habido tiempo de constatarlas, si que las tiene ideológicas, y deben desprenderse de ellas, pero sobre todo aceptar el amplio trecho que va desde las utópicas teorías políticas hasta las realizables prácticas gubernamentales, y no pretender realizar saltos arriesgados cuando son más fiables los pequeños pasos para tratar de garantizar la llegada a la meta, aunque sea más lenta. 

   También los votantes tenemos nuestras caretas, no en vano el PP se siente respaldados por 7,2 millones de votantes para seguir llevando al país por derroteros similares a los actuales, en los que la corrupción sigue campando a sus anchas y con los miembros del partido salpicados por ella protegidos para evitar su procesamiento judicial, y las desigualdades sociales incrementándose. 

   Si bien 3,6 millones de los votantes del PP en 2011 ya le han abandonado y no apoyan sus políticas, me pregunto cuantos de los millones que aún le quedan tienen que quitarse la careta de corruptos, corruptores o vividores del sistema, cuantos la de querer parecerse a ellos, cuantos la de añorar un franquismo tan terrorista en su gestación y desarrollo como los terrorismos que dicen condenar, y cuantos realmente son conservadores demócratas convencidos. 

   Objetivamente el voto de izquierdas en este país es superior al de derechas, y ya va siendo hora de que sus representantes se pongan de acuerdo en derrocar una derecha que históricamente ha asolado a este país. Es el primer paso en un camino que sin duda debe quitar la idealizada máscara que confiere a la constitución del 78 un halo de perfecta ejemplaridad. Algo tendrá de malo cuando ha llevado al estado a estos límites de corrupción institucional y bipartidista, comenzando porque un sistema no puede ser muy democrático cuando blinda a los partidos mayoritarios e impone una jefatura de estado por designación divina, como todas las arcaicas monarquías del planeta, y una unidad territorial impuesta. El propio Rajoy, como tantos hipócritas desvergorzados, suele afirmar que las cosas deben ser "como dios manda". Será su dios, porque el mío no permitiría que los mismos que le rezan fervorosamente en los templos, y se escandalizan por la presencia en ellos de torsos desnudos, legislen, gobiernen y actúen, e incluso roben, potenciando la miseria en la mayoría y el enriquecimiento de unos pocos. 

    Si lo hacen tan bien, y es todo tan bueno, ¿por qué tienen miedo a preguntarnos lo que queremos? Lo único que les interesa es mantener sus poltronas y privilegios, no el bienestar del pueblo, porque la mayoría de ellos fuera de la vida política, o de las influencias que ésta les ha conferido, serían mediocres personajes. Muchos, por tradición franquista, están en política para forrarse, frase que se le atribuye a Eduardo Zaplana, pero que pronunció el ex-secretario general del PP de Valencia, Vicente Sanz. Zaplana, como la mayoría de ellos, fue más sútil, y expresó su deseo de entrar en política para ganarse la vida cómoda y holgadamente, no para servir al interés común, como tanto cacarean.  No son servidores públicos, sino que se sirven de lo público. 

¡Fuera caretas TODOS y asumamos cada uno nuestra responsabilidad!  

No hay comentarios:

Publicar un comentario